Costó, pero finalmente las grandes instituciones económicas, de la talla del Consejo de Estabilidad Financiera (FSB) o el Fondo Monetario Internacional (FMI), tuvieron que admitir que el sistema financiero no bancario, también llamado “sistema bancario sombra” (shadow banking), superó al sistema tradicional en la administración de activos e inversiones financieras:
Un artículo reciente, “El espectro de los tres gigantes”, escrito por dos profesores de la Universidad de Harvard, Lucian Bebchulk y Scott Hirst, analizan a detalle el papel predominante de los fondos de inversiones negociados en bolsa (ETF, exchange traded funds) o gestores de activos, en el cada vez más variado y menos regulado mundo financiero.
El título elegido, no es solamente provocador, simboliza también el creciente poder de las tres ETF’s estadounidenses, los fondos BlackRock, Vanguard y State Street Global Advisors (SSGA).
El primero es sin duda el más conocido, desde la época en que fue utilizado por el Departamento del Tesoro para “limpiar” activos tóxicos en posesión de varias instituciones financieras estadounidenses.
Los ETF son fondos de inversión que agregan capital y ahorro de diferentes entidades y los invierten en un “portafolio de títulos” de empresas negociados en algunos índices de la Bolsa de valores de Wall Street, como el Standard&Poor’s 500 (S&P 500). Ellos compran una serie de participaciones accionarias, replicando fielmente la composición del índice de referencia, siendo ellos mismos, también, enlistados en la Bolsa.
En conjunto los “tres gigantes” administran cerca de 14 billones de dólares en activos (en la jerga, assets under management). Para hacer una comparación, el PIB en los EUA en 2018 fue de 20.5 billones de dólares.
Su crecimiento ha sido vertiginoso, incluso a causa de los nada irrelevantes incentivos fiscales. En diez años, 80% de todo el capital incorporado en diversos fondos de inversión se concentró en los “tres gigantes”. En dos décadas, su participación accionaria en las grandes corporaciones norteamericanas integrantes del S&P se cuadruplicó, pasando de 5.2% hasta 20.7%. De hecho, tanto el BlackRock como el Vanguard detentan más del 5% de las acciones de todas las empresas incluidas en el índice. El artículo estima que los “tres gigantes” representan 25% de los votos válidos en los consejos de administración de las empresas en cuestión.
Y ese es el aspecto más preocupante. Los gerentes de los “tres gigantes” estarían en la posición de ser los accionistas dominantes en todas las empresas estadounidenses más importantes, en especial, en aquellas con participación accionaria pulverizada y sin accionistas controladores. Por si las dudas, muchas instituciones públicas, comenzando por el Departamento de Justicia y la Comisión Federal de Comercio, que monitorean la competencia, están atentas al cumplimiento de las leyes antitrust, a los conflictos de intereses y, en general, a cualquier vestigio de manipulación del mercado y de la Bolsa de valores.
Después de la Gran Crisis de 2008 hubo mucha conversación sobre la concentración de poder de los bancos “demasiado grandes para caer”, para intentar introducir nuevas reglas de contención de su excesivo poder. Sin embargo, hoy, los fondos gigantes del sistema bancario sombra superan al sistema bancario tradicional, creando un nuevo y más bien poderoso oligopolio financiero.
Nadie puede ser indiferente a esto. Con una actividad cada vez más feroz, los “tres gigantes” están apuntando hacia los mercados asiáticos y europeos. Se espera que la Comisión Antitrust de la Unión Europea los vigile de cerca.
Es muy preocupante –y frustrante- asistir al arduo trabajo y muchas veces improductivo de las varias agencias de control de los actores de la alta finanza, quienes, invariablemente, están siempre se adelantan a ellas. Sin embargo, los números en cuestión y los grandes riesgos para la economía real de muchos países son muy grandes para ser subestimados por los tomadores de decisiones globales.
*MSIa Informa
